Sociedades Anónimas Deportivas y su
influencia en el camino hacia un fútbol de mercado en Chile
El 5 de mayo de 2005, en Chile, se promulgó en el
congreso nacional la ley N° 20.019 que “regula las Sociedades Anónimas
Deportivas Profesionales (SADP)”. El proyecto de ley se inició el 23 de julio
de 2002, exactamente seis meses después de declarada la injustificada quiebra
del club más popular del país, el hasta entonces llamado Club Social y
Deportivo Colo Colo. Luego de levantada una solicitud de la empresa factoring
Alianza Leasing, por no pago de un monto de 59 millones de pesos, frente a la
cual Colo Colo tenía como responder. La magistrada titular del Vigesimosegundo
Juzgado Civil de Santiago, Helga Marchant, presionada por el gobierno de
aquel entonces -como señaló abiertamente en radio ADN el periodista deportivo
Juan Cristóbal Guarello- declaró la quiebra del club el 23 de enero de 2002.
Para
poder instaurar la ley de Sociedades Anónimas era necesario ir por el club más
grande del país. Luego de la quiebra, que a la vez sirvió como aviso para el
oscuro panorama que se venían a los demás clubes, Colo Colo fue el primer
equipo chileno en privatizarse, por ende, el primer equipo en que la
administración del club y todos sus bienes, así como sus ramas deportivas,
quedaban en manos de una Sociedad Anónima. Hecho que iría en escalada con los
demás clubes del territorio nacional.
Cabe
destacar algunos aspectos del contexto de aquella época, es decir, entre la
quiebra de Colo Colo en 2002 y la promulgación de la ley 20.019 en 2005, a nivel
administrativo, tanto gubernamentalmente como en lo relacionado a la Asociación
Nacional de Futbol Profesional (ANFP). En primer lugar, la moción parlamentaria
que gatilló el proyecto de ley de SADP fue presentada por el actual presidente
de Chile, Sebastián Piñera (en ese momento RN), quién entre los años 2006 y
comienzos del 2010 fue accionista mayoritario de Blanco y Negro S.A. (Sociedad
Anónima que administra desde el 2005 a Colo Colo), además de la indicación
sustitutiva a dicha iniciativa presentada por Carlos Ominami (en ese momento
PS), Jorge Pizarro (DC) e Ignacio Pérez (RN). Como se puede apreciar, el
proyecto contaba con un apoyo transversal de toda la clase política. En la
presidencia del gobierno se encontraba Ricardo Lagos, quien privatizó todo
cuanto pudo y el fútbol no quedó ajeno. Mientras que en la ANFP el cargo de
Presidente lo ocupaba Reinaldo Sánchez Olivares, quien junto con Jorge Claro,
fueron los gestores del Canal del Fútbol (CDF) en 2003, empresa que actualmente
tiene contratos millonarios con las SADP a cargo de los equipos de fútbol
chilenos.
Entre
los fundamentos de la iniciativa, registrados en la historia de la ley
elaborada por la Biblioteca del Congreso, se da cuenta de algunas “promesas”
que debían cumplirse. Se hablaba de que el modelo de Sociedades Anónimas
Deportivas aseguraría una administración eficiente, mayor control interno y
fiscalización externa y responsabilidad jurídica y financiera de los clubes
deportivos. Además, debía asegurar más recursos a las forzadamente alicaídas
arcas de los clubes, para así obviamente justificar su existencia. Pero
lamentablemente no fue tan así y la administración de las concesionarias que se
hicieron cargo de los clubes deportivos deja mucho que desear.
Durante
el año 2015, 23 de los 26 equipos profesionales que rindieron memoria anual
ante la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) presentaron pérdidas en sus
estados financieros. Sumando una deuda mayor a los 17.500 millones de pesos,
entre los 26 clubes profesionales inscritos en ese año. Las empresas a cargo de
las concesiones de los clubes más populares de Chile, Blanco y Negro S.A. (Colo
Colo) y Azul Azul S.A. (Universidad de Chile) no quedaron ajenas a los números
negativos, presentando pérdidas sobre los 2.000 millones durante el mismo
periodo. Eso en materias referidas a la responsabilidad financiera con los
clubes.
En
cuanto al mayor control interno y fiscalización externa, basta con analizar el
caso de Deportes Concepción. Equipo administrado por privados desde el 2006,
luego de cumplir un año de castigo impuesto por la ANFP. Después de múltiples
castigos por culpa de una mala administración del club entre los años 2006 y 2010
el equipo penquista celebró un nuevo contrato de administración, esta vez en
manos de Fuerza Garra y Corazón S.A.D.P. Para el 2015 el equipo no presentaba
resultados financieros desde 2011. Con respecto al control interno, resulta
incompresible que Deportes Concepción, receptor de préstamos irregulares
durante la dirigencia de la ANFP de Sergio Jadue (involucrado en casos de
corrupción de la FIFA), haya sido desafiliado del fútbol profesional, en 2016,
por tener deudas de 1.800 millones de pesos. Evidentemente existió una “administración
eficiente y mayor control interno” que deja lugar a dudas.
El
caso de Deportes Concepción nos lleva al siguiente punto: responsabilidad
jurídica y financiera de los clubes deportivos. Sin lugar a duda, la
desafiliación fue a causa de un mal manejo dirigencial, y no hay que ser un
experto en economía o administración para darse cuenta. Sin embargo, la sanción
no fue aplicada ni a la concesionaria a cargo del club ni a sus dirigentes. El
castigo fue destinado al hincha, siendo la sanción aplicada al club deportivo.
Lógica difícil de entender. Cuando el club es administrado por sus socios e
hinchas y se da cuenta de un mal manejo (como la deuda de 50 millones de Colo
Colo que suscitó la quiebra del club), se le quita la administración para ser
entregada a una concesionaria. Cuando la empresa que concesiona al club tiene
un mal manejo (deudas que superan los 1.800 millones) se castiga al club
deportivo y se deja a los responsables sin castigo alguno, desafiliando al
equipo del profesionalismo y jugando con la pasión de miles de personas.
Afirmar
que el modelo de Sociedades Anónimas asegura al fútbol chileno más recursos
también sería una falacia. La mayor tajada de los ingresos que presentan los
clubes no responde a una buena administración de las concesionarias, sino que
se originan de la repartición de las utilidades del CDF. En 2014, el diario El
Mercurio informó que este ingreso representaba un 32% de los ingresos totales
de los clubes chilenos, en promedio (en algunos casos esta cifra superaba el
50% del total de ingresos del equipo). No comparten la misma suerte materias
que si están en manos de la administración de la concesionaria, como lo son el
traspaso de jugadores y la inversión en infraestructura. En lo referido a esta
última, durante los años 2006 y 2016, la gran mayoría del dinero invertido en
infraestructura provenía de dinero fiscal, habiendo excepciones como lo son el
Centro Deportivo Azul (Universidad de Chile) y el Monasterio Celeste (Club
Deportivo O’Higgins).
Entonces,
si no se han cumplido las “promesas” que fundamentaron el proyecto de SADP que
se convertiría en ley, ¿Qué han hecho las Sociedades Anónimas con los equipos
de fútbol chilenos?
La
gran diferencia entre las antiguas Corporaciones de Derecho Privado sin fines
de lucro, administradas por hinchas y socios que se hacían cargo de cada club, y
las Sociedades Anónimas Deportivas, es el vínculo y la identidad con cada
equipo y su historia. Esto es evidentemente notorio, pareciera que quienes
administran actualmente los clubes no son, efectivamente, hinchas o genuinos
amantes del fútbol, si no que más bien en las S.A. los integrantes ven más que
nada una oportunidad de hacer negocio y engordar sus bolsillos de dinero.
Tal
es el caso de Unión La Calera, que este año 2019, sufrió cambios drásticos en
el escudo del equipo por parte de la S.A., pasando a llevar la historia del
club y sin consultarlo previamente con su hinchada. Así mismo ha ocurrido con
la vestimenta de la mayoría de los equipos de primera división en Chile, donde
las S.A. firman contratos millonarios con marcas transnacionales que poco y
nada saben sobre el club que van a vestir y muchas veces no respetan los
colores que tradicionalmente han utilizado los clubes al salir a la cancha.
Un
caso aberrante, que es claro ejemplo del daño que hacen las SADP al fútbol, a
los clubes, a la hinchada y al deporte en general, es lo ocurrido con el
sponsor del Club Deportivo O’Higgins, McDonald’s. En primer lugar, es
inexplicable el uso de publicidad de una cadena de comida rápida, culpable de
obesidad infantil y adulta en muchos países del mundo, en una camiseta de
fútbol; claramente deporte y comida chatarra no van de la mano. Pero eso no es todo,
aparte de la imagen publicitaria y a raíz de ésta, en un partido válido por la
primera fecha del Campeonato Nacional de 2019, el equipo rancagüino saltó al
terreno de juego con su camiseta de visitante, de color rosado y con una
numeración que llamó la atención del público, los números presentes en la parte
trasera de la camiseta estaban hechos con dibujos de papas fritas. Hecho que
además no cumple con el artículo 36 de las bases del Campeonato Nacional, al
ser números ilegibles por el equipo arbitral, televisión y público.
Lo
anteriormente expuesto, sumado al aumento transversal del valor de las entradas
para cada partido, llegando a alcanzar precios de $10.000 en sectores de
Galería visita para partidos de baja convocatoria. Además de la reducción del
aforo permitido por partido (capacidad de público). Así como la implementación
de medidas denigratorias hacia el hincha, como la ley estadio seguro y la ley
de violencia en los estadios, que apuestan por prohibiciones burdas (banderas,
bombos, lienzos) y aplican castigos, muchas veces arbitrarios, como privar del
acceso a cualquier recinto deportivo del país, a veces de por vida, a quienes
no cumplen con sus nefastas condiciones. Son reflejo de querer hacer del fútbol
un show altamente televisado, con un público casi al nivel de los asistentes al
cine o al tenis (negando el inmenso arraigo popular de este deporte), que sirva
como vitrina para las grandes marcas del mundo, ocultando y criminalizando lo
que muchos llaman “el folklore del fútbol” y la fiesta que el deporte rey
genera en los países latinoamericanos, tal como pasó con la copa Libertadores
de América 2018, que lejos de hacerle honores a su nombre, se vio arroyada por
el fútbol de mercado al que aspira la CONMEBOL, trasladando la final de dicho
certamen a España, una vergüenza.
Hoy
en día podemos ver la obra de estos señores que vieron en el fútbol una
oportunidad de llenar sus arcas de dinero, sin importar la pasión que este
deporte genera en millones de personas, entregando la administración de los
clubes a empresas, cambiando los dorsales de las camisetas por dibujos de papas
fritas, poniendo el nombre de una marca en cada torneo oficial (Campeonato
Scotiabank 2018, Campeonato Nacional AFP PlanVital 2019, por nombrar algunos),
alzando el precio de las entradas a niveles casi inaccesibles para una persona
que recibe el sueldo mínimo de este país y queriendo hacer del deporte más
popular un espectáculo hecho por y para las elites.
Marcelo Carrasco Ortiz
Pedagogía en Historia y Geografía
Universidad de Playa Ancha
2019, febrero